viernes, abril 26, 2024
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La Cooperativas y los Polos Productivos de la Economía Popular: Generan más empleo que el sector privado

En las provincias de Chaco, Catamarca, Formosa Jujuy, La Rioja, Misiones, Salta. Santiago del Estero y Tucumán. Todas norteñas. El acceso a la economía popular sirvió para bajar los niveles de informalidad pero reclaman al Estado que “acompañe” a los productores para poder “certificar la calidad de sus productos y de esta manera acceder a los mercados de consumo masivo”.

Desde la cartera laboral y la de Desarrollo Social informaron que el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep) ya superó en febrero los 3 millones de inscriptos y en nueve de las 24 provincias son más las personas bajo este esquema laboral que los empleados registrados en el sector privado. Se estima que el número real podría llegar a 8 millones de personas.

El Renatep se encarga de contabilizar a las personas que trabajan en esta modalidad con la mira puesta en la formalización dado que ya representan un 34% de la población económicamente activa en esas provincias.

Según Pablo Chena, director de Economía Social y Desarrollo Local en el ministerio que conduce Juan Zabaleta, “desarrollar la economía popular, con acompañamiento productivo, es el desafío profundo para ir desterrando la pobreza estructural”.

“El reclamo principal de las protestas está relacionado con la falta de empleo en el sector tradicional de la economía, producto de muchos años de exclusión y de crisis; tenemos que impulsar el desarrollo de la economía popular para fortalecer el trabajo con derechos en los barrios populares y crecer desde abajo en forma sustentable”, afirmo.

En el total país, casi el 11% (10,8%) de los trabajadores de entre 18 y 65 años están anotados en el registro oficial de la economía popular, con una mayoría de mujeres que representan el 58% del total.

Trabajadores de la Economía Popular – Reciclado

“Para reconocer ese saber popular primero hay que formalizarlo”, explicó Sonia Lombardo, directora del Registro Nacional de Efectores Sociales del Ministerio, quien advirtió: “Está claro que no se puede vivir de la feria y que hay que lograr que esta economía llegue al mercado de barrio y al supermercado”.

Pero además señaló, que resulta clave que el Estado “acompañe” al productor de tal manera “que pueda certificar la calidad de sus productos”.

El comercio popular, las ferias y el trabajo en el espacio público son patas centrales de esta economía informal, con fuerte arraigo en los barrios más organizados.

“Hay que ayudar a legitimar esa producción, que accedan a las herramientas que certifiquen que eso se puede consumir, que es seguro, que es sano; no es sólo propaganda lo que se necesita sino también acceso a registros y certificados que, con el tiempo, permitan aumentar esa producción”, declaró y entendió que, de esa manera, también se transforma en algo “del orden simbólico y cultural”.

Ejemplo de este proceso son las Pupaas, pequeñas unidades productivas en las que se elaboran alimentos artesanales, de bajo riesgo sanitario y a pequeña escala, en cocinas domiciliarias, individuales o colectivas, y para las que el Gobierno ofrece subsidios destinados a la compra de maquinarias, de materia prima o a la mejoría edilicia.

Trabajadoras de la Economía Popular – Textiles

Tanto P. Chena como S. Lombardo coincidieron en que la economía popular no sólo es clave en la lucha contra la pobreza estructural, sino también en la re inserción social de quienes son excluidos del mercado tradicional.

“Tiene un componente ético moral muy importante porque le da lugar a quienes estarían destinados a condiciones muy precarias, como por ejemplo aquellas personas que recuperan su libertad luego de haber cumplido una condena”, graficó P. Chena.

De manera similar, la economía popular suele ser el sistema que cobija a quienes, por ejemplo, lograron salir de trabajos semi esclavos en el rubro textil, donde “padecieron condiciones de precariedad extrema”.

“Ahí está la diferencia entre una economía informal, al servicio de un capital monopólico, versus la economía popular que saca a esas trabajadoras de esos lugares clandestinos y las coloca en cooperativas o polos productivos, donde pueden desarrollar su propia capacidad de organización y comercialización”, insistió P. Chena.

Es que “muchas veces la informalización es utilizada para cubrir una ilegalidad y una precariedad, pero, en cambio, la economía popular batalla eso desde lo ético y lo moral”, explicó.

La pata política está representada en las organizaciones sociales porque defienden “una agenda de institucionalización de esta economía para que sea valorizado un modo de producción nuevo, auto gestionado por los trabajadores de los barrios”.

En este escenario, según el portal Economía Solidaria, existen “en el país nada menos que casi 30 millones de personas asociadas a cooperativas y mutuales, las que conforman un espacio económico social y solidario que genera miles de puestos de trabajo con empresas líderes”.

“Muchas de estas organizaciones superan los 150 años y, en su conjunto conforman una realidad capaz de generar servicios de calidad en pequeñas localidades, donde la rentabilidad no es atractiva para grandes empresas”, señaló Economía Solidaria.

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